"Bella la ardiente"



                                                                   “Bella la ardiente”


« Bella vivía en una de las pequeñas aldeas que rodeaban el castillo del Señor. Se le conocía por los innumerables amantes que había tenido por no decir un número, todo el pueblo ya fuesen casados o solteros.

  Ninguno conseguía satisfacer sus deseos y ganas. Harta de no encontrar al hombre que le pusiera los ojos al revés de gusto optó por hacerlo ella misma, claro está mientras esperaba el milagro de que llegase algún forastero y poder catarlo.
 
  Ni corta ni perezosa se fue a la cabaña del “búho tuerto” pues allí podías conseguir cualquier articulo para gozar a solas, todos ellos hechos con materiales del bosque. Entró en la cabaña y al tuerto se le salían los ojos de ver un cuerpo tan perfecto el cual ya había probado como todos los aldeanos y las imágenes de aquel día no solo se agolpaban en su cabeza si no también en su verga. Con el bulto bastante visible en su pantalón se acercó a ella para ver qué es lo que deseaba. Él ingenuo pensó que iba a follárselo allí mismo pero se quedó con las ganas.

 Bella le explicó lo que necesitaba, él asombrado por tal petición le dijo que esperase que se lo fabricaba en ese momento. Salió a donde tenía los materiales y entró con una rama de tamaño considerable, cogió las herramientas y se dispuso a ello. En un momento hizo lo que iba a ser el consolador que introdujera en su coño, como era de suponer la parte más gruesa y larga. Luego de la misma rama sacó otro del mismo grosor pero más córto. Le había pedido un consolador doble. Lo hizo de  madera de brezo, lo pulió muy bien y lo untó con grasa de la cual le regaló un tarro para que lo embadurnara cada vez que fuese a usarlo.

  Bella salió de la cabaña bastante más feliz y ansiosa porque llegase la noche para probarlo. Cenó con sus padres y subió a su alcoba, como cada noche abrió la ventana apagó las velas y a la luz de la luna comenzó a tocarse no hizo falta mucho para ello pues entre su fogosidad y las ganas de probar el “aparito” la excitación era máxima. Sus padres ya sabían de su problema — para ellos era un problema pues no entendían de donde había sacado esa fogosidad.— y asumían que Bella hiciese todas las noches lo mismo. Preferían tenerla en casa a que se fuera a buscar las vergas fuera de la aldea.

  Esa noche sus gemidos fueron más sonoros y excitadores de echo la mitad de los hombres se la estaban cascando y las mujeres… que decir… que cada noche en aquella aldea follaba todo dios. Esa noche el Señor del castillo no podía conciliar el sueño, bueno como casi todas por su mal carácter conocido muy bien por todos sus aldeanos. El aire le traía el sonido de unos gemidos cosa que le llamó la atención, se arrimó al ventanal  aún así parecía lejano y sin más demora salió a la gran terraza puso más atención y pudo percibir ese olor a sexo, eso le empalmo de tal manera que su cuerpo empezó a sufrir una transformación en un animal que no se sabría atinar a decir cuál era más bien era una mezcla de todo, así que mejor llamarle Bestia. Sin más dilación comenzó a masturbarse, ese sonido y ese olor le sacaba una parte de él que no llegaba a controlar aún.

  Así pasaron muchas noches pues Bella le cogió gusto al “ aparatito” y no paraba en toda la noche hasta quedar exhausta. Todos los habitantes del pueblo habían perdido quilos y no me extrañaba pues todas las noches había mandanga y de la buena. Bella una noche decidió después de darse un homenaje salir al bosque y pasear, bueno pasear era la excusa, más bien buscaba algún hombre perdido pues necesitaba el calor de un cuerpo y que la manejasen bien. Tras estar andando dos horas se percató que había llegado a la altura de las rejas que separaban el castillo de las aldeas, se asomó a ellas quería ver que se escondía detrás de aquellos muros y si era cierto lo que la gente rumoreaba. El Señor estaba asomado a uno se los ventanales cuando de repente le vino el olor a esa hembra que escuchaba todas las noches pero esta vez el olor era más intenso eso quería decir que estaba cerca. Solo de pensarlo su transformación fue inmediata con la excitación, su verga necesitaba follársela en ese mismo momento, saltó desde el ventanal al jardín y siguió el camino que ese aroma embriagador le indicaba.

   Se paró detrás de un arbusto inmenso y pudo observar a la susodicha, ver su cuerpo le puso más Bestia si cabe, no quería asustarla así que espero un poco más hasta que vio que ella se daba la vuelta para irse y sin más dilación saltó el muro y se cruzó en su camino, era ahora o nunca. Pensaba que iba a gritar y salir corriendo pero para su sorpresa no fue así, se quedó mirándole con cara de extrañada pero no asustada, le fue observando de arriba abajo hasta que vio ese miembro escandalosamente sabroso y enorme colgar entre sus piernas. Su sexo se empapó en segundos y sin pensarlo se lanzó de golpe para meterlo en su boca y acariciarlo quería salir de dudas de si era un sueño por sus ganas locas o real. Bestia no pudo ni reaccionar, sentir esas diminutas y finas manos en su verga le extasiaba pero cuando sintió los labios y la boca no pudo más. La levantó de golpe y la puso a cuatro patas metiéndosela de golpe a lo que bella gemía como una posesa del gusto que estaba sintiendo.

  Se la tiró de varias posturas hasta quedarse los dos exhaustos. Una vez recobrado el aliento la invitó a entrar a su castillo por el camino Bestia le preguntaba por sus necesidades sexuales a lo que Bella le expuso todos sin dejarse nada en el tintero. Una vez dentro él la llevó a su mazmorra donde a ella se le abrieron los ojos ante tantos artilugios que no sabía para que eran pero Bestia no dudó en explicarle y decirle que es lo que iban a hacer a partir de ese momento. Las noches y días de Bella cambiaron, también los de Bestia. Ella pudo comprobar lo galante, guapo y cuerpazo que tenía de humano. Solo salió del Castillo para despedirse de sus padres pues había encontrado al hombre-Bestia que le complementaba desde ese momento comenzaron su relación de D/s para el resto de sus días donde no solo iba a follar como loca sino que iba a descubrir un mundo que le fascinaría.

©Geraldine Lumière

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Geraldine Lumière

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